La incertidumbre en la que estamos envueltos hoy ha venido a reforzar el paradigma emergente en el que nos encontramos. Uno que reconoce a las organizaciones como seres vivos, apelando fundamentalmente a su capacidad de adaptación y aprendizaje, invitándonos a contar con un liderazgo capaz de desplegar su dimensión más humana. Aquella que conecta mundos, saberes y abre espacios de creación y diseño colectivo, para hacer frente a los desafíos de estos tiempos que corren.
En este contexto, un atributo del liderazgo que adquiere especial relevancia es la capacidad de acompañar y hacerlo fácil para todos los participantes de su ejercicio. Acá desarrollamos tres ideas que sustentan nuestro planteamiento:
En primer lugar, un liderazgo que acompaña es un liderazgo que apela a nuestra condición humana que es la humildad. Aquel que reconoce no tener siempre todas las respuestas y que, por tanto, acude preferente a la colaboración por sobre la competencia. Así, se encarga de hacer más fácil el camino que deben transitar para mantener o mejorar los procesos, las operaciones y/o los servicios, a través de la prudencia, reconociendo sus limitaciones frente al diverso mundo de actores con los que interactúa. Esta práctica tiene sólo un destino posible que es crear valor para los equipos, los clientes, los proveedores y en general para todos los grupos de interés con que la organización se relaciona.
Asimismo, un liderazgo que acompaña mantiene una permanente y nítida conexión con su propósito y el de la organización. En vez de perderse en las formas, como lo hace con recurrencia en el liderazgo del modelo antiguo mando control, lo que importa aquí es el fondo, el espíritu que posee la organización: su sentido más profundo. Es un liderazgo que no se pierde en la forma, siendo capaz de dejar prácticas y comportamientos que ya no serán útiles al propósito, y construyendo espacios para las nuevas prácticas que derivan de los nuevos aprendizajes, consecuencia estos últimos, de un entendimiento profundo de los cambios a los cuales estamos expuestos. Debemos considerar que este ejercicio se construye y se dirige en distintas direcciones, ya que la creatividad y la innovación sabemos que puede surgir de cualquier espacio en que nos encontremos en la organización.
Por último, un liderazgo que acompaña prioriza en el equipo, no olvida que se vincula con personas, las cuales merecen ser escuchadas con apertura a las innovaciones, incluidos los nuevos liderazgos que puedan surgir en este devenir, en ese sentido es un liderazgo distributivo. Y en este ejercicio no confunde poder con autoridad, asumiendo que esta última se obtiene sólo si el grupo se la otorga, y así mismo la puede perder. Así, reconoce que su potencial transformador tiene sentido sólo si es legitimado por el colectivo.
En síntesis, un liderazgo que acompaña es imprescindible para estos tiempos y requiere de trabajo. Un trabajo que expanda, donde el proceso, la trama, tiene tanta o más importancia que el resultado; asumiendo que éste es una consecuencia natural de un proceso correctamente diseñado. Entonces, el medio adquiere tanto o más fuerza que el fin, por que es ahí donde la verdadera transformación se sucede. La facilitación así lo demuestra.
Por: Oriana Salazar Harvey – Francisco Molina Camacho Docente CES-UAI Fundador Estado Local
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