Tener un por qué, un propósito, es la forma de hacer el negocio más fuerte, haciendo que el mundo sea mejor.
Por Silvana Rodríguez, Directora de Clientes CES y Claudio López, Director ejecutivo y profesor CES UAI
Mucho antes de la pandemia, en el 2018, Deloitte nos mostró el concepto de “empresa social” en su estudio anual “Tendencias Globales en Capital Humano”, dando luces de la creciente importancia del capital social para configurar el propósito de una organización como la guía para influir en su éxito o fracaso.
A poco andar y con los cambios que aceleró la pandemia, las personas y organizaciones hemos enfrentado una aplastante incertidumbre que ha puesto a prueba mucho de lo que veníamos haciendo; hemos tenido que reinventarnos, abandonar fórmulas en las que confiábamos y en ocasiones, ni siquiera esto ha resultado.
Entonces, ¿Cómo sortear exitosamente este escenario? ¿Qué hacer en un contexto global de cambios acelerados e incertidumbre? ¿Cuál debería ser la “rosa de los vientos” que nos guíe?
La claridad del “por qué” existe una organización y a quiénes sirve y entrega valor, es una clave fundamental para integrarse en su entorno y moverse eficazmente en él. Conectar el sentido del negocio con la sociedad en que se inserta y sus diferentes actores: clientes, proveedores, comunidad, colaboradores y otros stakeholders, genera un entramado natural con enlaces profundos y auténticos, que otorgan fortaleza a la organización y a todos los actores del sistema. Esto es, el PROPÓSITO ORGANIZACIONAL.
• Cuando una organización tiene claro su propósito, éste inspira, convoca, cohesiona e impulsa a sus colaboradores a entregar lo mejor de sí mismos; dotando sus propias experiencias de sentido, favoreciendo experiencias significativas y memorables con sus clientes y la integración y respeto en las decisiones frente a los demás actores con que se vinculan.
• Cuando una organización tiene claro su propósito, lo vive coherente y consistentemente en todas sus acciones y decisiones, los clientes lo perciben y le creen, favoreciéndole con decisiones de consumo y siendo incluso capaces de perdonar fallas cuando hay un capital y confianza construidos. Por el contrario, cuando el propósito no es vivido de manera auténtica y permanente, quedándose solo en el discurso o el marketing, la confianza de los clientes se erosiona.
• Cuando una organización tiene claro su propósito, éste inspira su estrategia y se hace evidente en sus metas y KPI, impulsándola de manera coherente al logro de sus objetivos… Y en situaciones como la que vivimos hoy, las decisiones más difíciles tienen un sentido y son “lógicas” y razonables, aun cuando impliquen grandes sacrificios.
• Cuando una organización tiene y se impulsa por un propósito claro, se transforma en un organismo vivo en armonía con su entorno y que es capaz de sortear las dificultades en un natural fluir, en una evolución natural y permanente, donde todos los elementos se alinean respecto de él.
Con todo esto ¿Qué nos falta para transformar a nuestras organizaciones en instituciones impulsadas por un propósito? Cuestiones básicas, pero no por eso menos difíciles de resolver: comprender por qué existimos, por qué y para quién hacemos lo que hacemos y de qué parte del buen vivir de ellos nos haremos cargo.
Hoy las mejores marcas tienen algo en común: un propósito potente y permeado completamente en la organización ¿POR QUÉ HACEMOS LO QUE HACEMOS? algo que va mucho más allá de la responsabilidad corporativa, la sostenibilidad o el marketing de causas.
El propósito es el beneficio que el negocio trae al mundo; es la rosa de los vientos que guía la organización, su gente, sus actividades y a sus clientes y stakeholders. Tener un por qué, un propósito, es la forma de hacer el negocio más fuerte, haciendo que el mundo sea mejor.
Ahora los invitamos a pensar en sus propias empresas u organizaciones… ¿POR QUÉ HACEN LO QUE HACEN?
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