La letra P de su comienzo es de los pocos denominadores comunes de estos conceptos, que distan diametralmente en su forma y fondo.
Por: CES, UAI
Anteriormente comentamos que un prototipo se trata del experimento previo al desarrollo de un producto o servicio, que aparece en las primeras fases creativas y que nos lleva a aprender del proceso. Es una experimentación estratégica que permitirá decidir si es factible, y si vale la pena, continuar con el proyecto, y por lo tanto su materia prima es aquello que aún no existe. De hecho, la mayoría de los procesos de innovación exitosos parten desarrollando prototipos desde las etapas más tempranas.
El piloto, por su parte, es construido en las fases finales de los proyectos, y su objetivo principal es culminar el proceso creativo, el punto final. La prueba piloto lo que busca es poner la máquina en marcha y observarla, por lo tanto, su materia prima es el producto o servicio ya diseñado, con las soluciones ya comprobadas.
Además, lejos de la perfección y carencia de errores que busca un proyecto piloto, el prototipo invita a fallar y sobre todo a buscar vías alternativas para resolver esos errores. Es una construcción concebida para probar supuestos y ser deconstruida las veces que sea necesario. El piloto no permite fallas ni modificaciones con nuevas y mejores soluciones. Con el piloto ‘ya está’, mientras que, con el prototipo y sus múltiples caminos de ensayo y error, todas las mejoras son bienvenidas.
Otra diferencia trascendental, es que prototipar implica un ejercicio reiterado, no un experimento puntual y culmine. Las iteraciones de prototipado deben continuar hasta el final para conseguir validar todos los supuestos de la innovación; el prototipado continuo permite ir descubriendo y descartando soluciones no viables.
Como podemos concluir, prototipo y piloto, si bien forman parte trascendental en los procesos de innovación, difieren en sus objetivos y fundamentos; ambas son construcciones necesarias, pero distintas de principio a fin.
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