Hoy estamos frente a un escenario radicalmente distinto. La complejidad de los entornos tantas veces señalada, no sólo ha modificado nuestra forma de relacionarnos, sino que también ha resignificado el rol que tienen las organizaciones. Aunque aparezca como un lugar común, las habilidades organizacionales que otros nos permitían abordar adecuadamente el dinamismo al que estábamos expuestos, hoy en día quedan obsoletas, y nos invitan a un tránsito lleno de incertidumbre y con dificultades para su trazabilidad.
Por. Oriana Salazar, Docente CESUAI / Francisco Molina, Fundador Estado Local.
Creemos que el cuidado de la naturaleza y la sustentabilidad son el camino. Aún cuando han pasado casi cuatro décadas de su hito iniciático más relevante -la Conferencia de Río de Janeiro en 1992-, es un camino que seguimos transitando. Sin pausa, pero sin la prisa necesaria. Aún no estamos a la altura. Como humanidad hemos sido incapaces de comprender, aceptar, y especialmente cambiar nuestros comportamientos para hacerlo más llevadero. Hoy, los costos están a la vista y expresados en las múltiples crisis que estamos sufriendo.
Ante este escenario, la pregunta que ronda a muchos ejecutivos y directores de organizaciones radica en cómo hacer para que las compañías sean capaces de gestionar adecuadamente sus operaciones hacia la sustentabilidad. La eficiencia y la eficacia de los procesos mantienen su relevancia, siempre y cuando se sucedan en ambientes de agrado y compromiso para los colaboradores, proveedores, clientes, comunidades, es decir, sus respectivos grupos de interés y, por su puesto, la naturaleza. En este escenario, las organizaciones se constituyen en espacios vitales para dar contención y sentar las bases de nuevos liderazgos, basados en la escucha activa, la integridad y la empatía.
Así, estos procesos de cambio son tanto personales como colectivos. Un acto transformacional que remueve nuestros cimientos más profundos. Que nos interpela y nos hace enfrentarnos al “…yo siempre lo hice así” que tenemos enquistado. Implica hacer visible todos los costos que han tenido nuestras acciones en el deterioro de ecosistemas y de nuestra propia calidad de vida. Es una invitación a acompañarnos al alero de nuestras organizaciones. A apoyarnos y compartir otras miradas posibles, y abrirse paso a la alteridad, en su máxima expresión. A construir este camino juntos, innovando en nuestros procesos y creando fuera de la caja, tensionando nuestros propios límites.
Es aquí donde la Facilitación se despliega. En estos tiempos y caminos serpenteantes, una nueva disciplina surge promoviendo un liderazgo entendido como el acto de acompañar. Un liderazgo donde la supervisión y el control, deben ceder paso a la confianza. El oficio de facilitadores surge como portadores de ese mensaje: que el tránsito hacia la sustentabilidad se logrará naturalmente, siempre y cuando seamos capaces de escucharnos y de comprender nuestro entorno. Abrir la posibilidad de construir equipos alineados con propósitos comunes y por el bien común, es su principal mandato.
Así, la Facilitación es una invitación a repensar nuestra ética. Nos invita a reflexionar en sentido de lo que hacemos y más importante aún, de lo que hemos hecho, activando así nuestra memoria. Nos fuerza a salir de nuestro espacio de confort para no volver nunca más. Para decididamente preguntarnos ¿es lo que hago actualmente motivo suficiente para que mis nietos y nietas se sientan orgullosos de mí? Si la respuesta es no. La Facilitación es el camino para que sí lo sea.
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